
La piel de tus recuerdos es igual a la del animal que acaba de morir frente a nosotros. Polvorienta. Ya no protege de embestidas nostalgicas. Que sus cuernos afilados dejen de hacer daño, que sus ojos chorreen fríos sobre el rostro. El dios que nos vigilaba está en ese cuerpo inerte, atrapado por tu memoria, empujado hacia la carne, sin sangre, descontando suave sus treinta y tres días perdiendo materia. Esta noche despellejarás culpas, las llagas serán por fin consuelo, y no recordarás nada.
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