jueves, setiembre 07, 2006


La fuerza del guerrero sepia, lluvia de ocaso, se depositaba en las raíces de una mandrágora. El jardinero enterró sueños, rogando a los dioses que creciera un roble robusto, sepia, que guíe ejércitos interminables y le devuelva la libertad perdida.
Muchos años después, al pié de un árbol chueco, asoma entre las astillas de una cruz con el nombre del jardinero, una mandrágora sepia, que morirá al amanecer para derramar lápidas bajo mil gritos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

mi mama me mima u.u